CIUDAD
DE MÉXICO, 12 Septiembre 2016.- Una de las mayores taras de la antidemocracia
mexicana —en tiempos de “la presidencia imperial”—, eran los presidentes
intocables. Hasta en el salinato resultaba suicida —políticamente hablando—
cuestionar al presidente en turno.
El
primero en romper la tara de intocable fue Ernesto Zedillo, cuyo gobierno
emergente resultó vital no solo para la transición democrática y la alternancia
en el poder, sino para fortalecer una libertad esencial en democrática: la
libertad de expresión.
Luego
vinieron los gobiernos de Fox y Calderón —que favorecieron aún más la libertad
ciudadana para criticar a los presidentes—, hasta llegar al de Peña Nieto, en
cuyo gobierno florecen libertades fundamentales y en donde la de expresión es
una libertad plena.
¿Habían
imaginado a políticos, articulistas, opinólogos e intelectuales calificar
—públicamente y en medios— como “idiota”, “estúpido”, “desleal”, “traidor”,
“torpe”, “payaso” y “perverso” al Presidente en turno?
Es
tal esa libertad que hoy no solo insultan a Peña Nieto sus enemigos, no solo lo
ofenden quienes ven a sus familias políticas relegadas por el rejuego del
poder, sino también los malquerientes y, sobre todo, opinadores militantes,
vengativos e interesados en la sucesión, quienes lanzan críticas delirantes y
feroces insultos, cual competencia por la mayor ofensa y el mayor insulto al
Presidente.
Y
todo eso —impensable hace años— es posible, porque el huésped de la casa
presidencial es, sin duda, un demócrata; es posible toda clase de crítica
—incluso la que raya en la ofensa y el insulto—, porque contra lo que antaño
ocurría, hoy en la casa presidencial existe tolerancia y no se presiona y menos
se coarta a los medios, a las empresas y tampoco a los críticos.
Y
es que, contra las voces rabiosas, vengativas, interesadas y militantes, en el
México de hoy vivimos plena libertad de crítica a los poderes, al Presidente;
crítica a las acciones y decisiones del Ejecutivo, a sus políticas, a sus
colaboradores y sus resultados.
Pero
lo simpático del nuevo fenómeno virtuoso es que no faltan los idiotas que
confunden libertad de expresión plena y tolerancia de un demócrata en la casa
presidencial, con la debilidad del gobierno.
Y
los hay aún más idiotas que sin entender la nueva cultura democrática de la
casa presidencial y sin medir el paradigma que significan, para la libertad de
expresión, los medios digitales de comunicación —redes e internet— suponen que
el actual es el peor gobierno de la historia mexicana.
¿De
verdad el de Peña Nieto es un gobierno peor que el de Díaz Ordaz; peor que el
de Echeverría, López Portillo, Miguel de la Madrid o Salinas?
El
dato duro dice que no.
Pero
lo nuevo, lo diferente, es que en la casa presidencial hoy no habita un sátrapa
como Díaz Ordaz, tampoco un criminal como Echeverría, menos un frívolo como
López Portillo y está lejos un indolente como De la Madrid.
Lo
diferente son la tolerancia mostrada por la casa presidencial a la crítica, por
un lado, y el paradigma de la comunicación digital, que lleva la crítica al
nivel extremo del matonismo digital.
Y
el mejor ejemplo de la intolerancia al cambio producto de la cultura
democrática —y la tolerancia que vive la casa presidencial—, lo mostró ese
intolerante, autoritario y nada demócrata, llamado Andrés Manuel López Obrador.
Dijo
AMLO, sobre la puntual entrevista de Carlos Marín a Peña Nieto: “Los de la
mafia del poder se burlan de Enrique Peña, ya lo convirtieron en el payaso de
las cachetadas. Hasta los que le hacían la barba, periodistas que hace seis
años lo alababan, le quemaban incienso, hoy ningunean a Peña… el otro día, en
una entrevista de televisión, el conductor regañaba a Peña, cuando antes
obedecía y callaba, ahora muy gallito, engallándose con Peña…”.
¡De
locos...! Por años exigimos fin al presidente intocable; exigimos tolerancia a
la crítica y respeto a la libertad de expresión.
Hoy,
cuando un periodista crítico cuestiona con plena libertad al Presidente —como
fue el caso de Marín—, y cuando el Presidente tolera, responde, no se amilana y
muestra que es un demócrata, los enemigos de la democracia dicen que es un
Presidente débil.
¿Será
que la tara antidemocrática anida en intelectuales y opinadores? ¿Será que
apuestan al autoritarismo de Díaz Ordaz y a la antidemocracia de Echeverría?
¿Por eso adoran a AMLO?
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