El
Financiero.
CIUDAD
DE MÉXICO, 21 Septiembre 2016.- La tregua a Peña Nieto: Varios intelectuales
con tribunas en la prensa han venido sugiriendo desde hace unos días una tregua
para el presidente Enrique Peña Nieto, quien ha sido vapuleado como ninguno de
sus antecesores en magnitud, intensidad, beligerancia y retórica. Sin embargo,
no está claro lo que proponen. ¿Una tregua mediática? ¿Una tregua de los
ciudadanos? Intrigante la propuesta, porque las treguas se dan entre fuerzas
simétricas, no asimétricas como es un Presidente mexicano, que pese a los
avances políticos sigue siendo un monarca sexenal. Su fuerza es como la de
Goliat frente a los israelitas, infinitamente superior, implacable si quiere,
imbatible. ¿Por qué David tendría que dar una tregua a Goliat?
Goliat,
según los relatos bíblicos, se burlaba sistemáticamente de los israelitas,
trataba de humillarlos y someterlos. Peña Nieto, metafóricamente hablando,
también. ¿Alguien no recuerda la entrevista que concedió su entonces jefe de
Oficina al periódico madrileño El País en diciembre de 2014? Habían pasado las
reformas con sus resistencias, la toma de las calles por la disidencia
magisterial, la crisis de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, y
sobre todo, el escándalo de la casa blanca. Pese a ello, Aurelio Nuño, desafió:
“No vamos a sustituir las reformas por actos teatrales con gran impacto, no nos
interesa crear ciclos mediáticos de éxito de 72 horas. Vamos a tener paciencia
en este ciclo nuevo de reformas. No vamos a ceder aunque la plaza pública pida
sangre y espectáculo ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las
instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas”.
Las
declaraciones, insólitamente retadoras, insensibles a las diferentes opiniones
expresadas en los medios, nunca fueron desautorizadas. Al contrario. Medio año
después, el Presidente lo nombró secretario de Educación y lo puso a jugar en
la sucesión presidencial. La acción de Peña Nieto fue un aval para todo lo que
había hecho Nuño, que en ese entonces formaba parte de la presidencia
tripartita, donde junto con los secretarios de Gobernación, Miguel Ángel Osorio
Chong, y de Hacienda, Luis Videgaray, tenían secuestrado al Presidente. Nadie
tenía acceso a él en Los Pinos, y todos los agentes políticos y económicos
tenían que desahogar sus asuntos con la poderosa tríada.
La
tregua que proponen los intelectuales debería ser planteada más como una
especie de amnistía a la incompetencia, que es lo que ha demostrado el gobierno
peñista, insensible a las razones del repudio en las urnas él y al PRI en las
elecciones federales de 2015 y las de gobernadores en 2016, donde su partido
dejó de gobernar a 54 millones de mexicanos; o de subjetivos, algunos tan
profundos como las crecientes e insistentes quejas de corrupción en su
gobierno. Entonces, ¿cuál sería el incentivo de los mexicanos para darle una
tregua? ¿Por qué, en todo caso, dársela cuando su gobierno ha sido incapaz de
ayudarse a sí mismo?
El
gobierno de Peña Nieto se ha caracterizado por muchas cosas, pero quizás lo más
sorprendente es su incapacidad para poder cerrar temas. Sigue abierto el caso
de los normalistas de Ayotzinapa, la masacre de Tanhuato, y el desastre de
seguridad por haber apoyado a grupos paramilitares en Michoacán, por citar unos
botones en materia de seguridad. No está resuelto el tema de la disidencia magisterial,
ni tampoco el conflicto de interés que detonó con la revelación de la casa
blanca. La renuncia de Videgaray tras la visita de Donald Trump sigue siendo un
misterio. ¿Por qué se iría el secretario de Hacienda en reconocimiento de un
error que el propio Presidente dice que fue un acierto? Ese episodio generó una
prueba más de la forma fallida como maneja su gobierno.
Para
controlar los daños causados por la visita, Peña Nieto aceptó que lo
entrevistara Carlos Marín, director del periódico Milenio, quien es uno de los
periodistas más cortesanos del poder. Marín voló a Anchorage, donde en una
escala técnica del vuelo que llevaba al Presidente a la reunión del G-20 en
China, habló con él. La entrevista, que fue grabada no resultó como esperaban,
pero su equipo de prensa no hizo nada por corregir el daño al Presidente.
Milenio es uno de los grupos más favorecidos por la publicidad peñista, y su
dueño, Francisco González, no se caracteriza por cuidar su autonomía del
Gobierno. ¿Por qué no le pidieron que no difundiera la entrevista? En muchos
otros medios esta afirmación sería un acto de censura, pero en el caso de
González y Marín, no es algo ajeno a ellos, al haber estado dentro de los
márgenes de su relación institucional.
Los
intelectuales piden esa tregua como un borrón y cuenta nueva, cuando menos por
un tiempo, a los agravios causados por una presidencia tripartita que nunca vio
que las condiciones en las que había llegado Peña Nieto a la Presidencia eran
extraordinariamente adversas. El 1 de diciembre de 2012 arrancó su gobierno con
el mismo humor social que tuvo en su peor momento Felipe Calderón, cuando
enfrentó la crisis financiera mundial de 2009, quien tenía hasta ese momento el
peor registro de animadversión jamás antes medido en un presidente. Los
mexicanos estaban agraviados por Peña Nieto aún antes de cumplir sus primeras
24 horas en el poder, y lo que ha venido haciendo a lo largo de su
administración ha ido alimentando el encono. Pedir una tregua no es lo
adecuado. Es el Presidente que, como ha planteado Salvador Camarena en El
Financiero, debe rectificar. ¿Qué? Rumbo, gestión y comportamiento.
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