ACAPULCO,
Gro., 29 Septiembre 2016.- Los puristas de los extremos me dan hueva. Las
puntas de una hebra cuando se estiran acaban por romper a los de en medio, por
lo regular las víctimas de los fanáticos se enteran de su condición hasta que
ya no hay remedio.
El
lunes festejaron los partidarios del silencio. La Plaza Álvarez de Acapulco
amaneció vacía. Los defectos de la remodelación que nos quitó un kiosco y mató
un árbol por la voracidad de un restaurante llamada Raquel reían su triunfo.
No
se escuchó a Rigo Tovar ni al Acapulco Tropical a todo volumen. No pudimos
comprar almendras, nueces o arándanos. No estaban los puestos de fruta ni los
que venden pocillos fálicos. El lunes ganaron los partidarios del silencio
imposible. Y así el martes. Y así el miércoles.
Pero
llegó el jueves. El ruido volvió. La vendimia también. Rigo Tovar y el Acapulco
Tropical recuperaron la plaza. Compramos nueces, almendras y arándanos. Ahí
estaban los pocillos fálicos junto a la
entrada de la Catedral de Nuestra señora de La Soledad. Han vuelto, festejaron
los pobres que hallan en La plaza su diversión única.
Por
ello nos animamos a festejar entre el bullicio el retorno del ruido que habrá,
por ordenamiento municipal, de jueves a domingo. El silencio estará de lunes a
miércoles. Albricias. No ganaron los partidarios del todo o nada.
Por
ello festejamos con exquisito platillo servido en la Plaza Álvarez: arroz
blanco, frijoles, dos trozos de queso y un Chile en vinagre. ¿El costó? 18
pesotes. Albricias. Por una vez sepultados a los extremistas.
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