CHILPANCINGO,
Gro., 10 Julio 2016.- El Partido Revolucionario Institucional (PRI) en
Guerrero, vive la paradoja de ser el instituto político que más triunfos
cosechó en la elección del año pasado, y al mismo tiempo comportarse como un
partido que ha perdido el poder.
Las
elecciones de 2015 le dieron al PRI el control del Congreso local, la
gubernatura y la mayoría de las presidencias municipales. Donde no ganó, como
en Acapulco, tampoco puede decirse que perdió, porque ganó todas las
diputaciones locales excepto la del distrito 13, y ganó las dos diputaciones
federales. La presidencia, si bien la perdió, lo hizo por apenas 10 mil votos
de diferencia.
Sin
embargo, el PRI no se ve en el estado. La designación de José Parcero López
como dirigente estatal en sustitución del ahora diputado local Cuauhtémoc
Salgado, no fue lo afortunada que algunos hubieran deseado.
El
carácter temporal de su designación, al igual que en varios municipios donde
debían haberse renovado directivas porque sus dirigentes se fueron a ocupar
algún cargo de elección popular, o bien su desarraigo de tierras guerrerenses y
tal vez su necesidad por mantener presencia física en el centro del país, de
donde proviene, han impedido a Parcero López asumir las riendas de un partido
que debería reclamarse triunfador en estos momentos.
En
Acapulco, por ejemplo, la sede del tricolor está prácticamente abandonada. Si
de por sí nadie despachaba ahí, ahora que su dirigente formal Luis Miguel
Terrazas está muy ocupado en la regiduría, ese edificio se antoja fantasmal. Y
no es sólo que se trate de un inmueble abandonado: es que de alguna manera
representa la imagen del priísmo en el caso de Acapulco y, por reflejo, el
estatal.
Muy
lejanos están los tiempos en que en el edificio de Monteblanco se hacían
asambleas, eventos multitudinarios (electorales o no, que no sólo de éstos
había). La pérdida del poder después del gobierno de René Juárez Cisneros llevó
al priísmo a vivir el trauma de la pérdida. Su candidato de entonces, Héctor
Astudillo Flores, sobrevivió a ese dolor, como él mismo lo ha contado en
diferentes ocasiones, y se volvió a presentar 10 años después para ahora sí
ganar la gubernatura.
Pero
los priístas de entonces no parecen haber superado el trauma, ni darse cuenta
de que ahora está en el gobierno. No se trata de que se monten en la
administración astudillista para obtener prebendas como el apéndice que fue el
tricolor durante 70 años. Se trataría, en cambio, de que hubiera un partido en
movimiento. Se supone que es el más favorecido por los votos en la elección
pasada.
El
PRI tendría que estar en efervescencia, no sólo viendo cómo reestructurar sus
comités municipales, sino cómo aportar, desde Guerrero, al reto que su partido
avizora para las elecciones de 2018.
¿Dónde
anda Parcero, que ni siquiera mediáticamente aparece? En su cuenta de Facebook,
el dirigente se dedica a lanzar mensajes encriptados a sus críticos, siguiendo
la más clásica escuela del tricolor. Al menos él los entiende, pero tal vez no
todos lo hagan.
El
4 de julio, en ocasión, en ocasión del aniversario del triunfo de Astudillo en
las urnas, publicó un texto en el que, entre otras cosas, dice (se ha corregido
la ortografía para mejor entendimiento): “Sí hay que debatir los futuros del
PRI, no sólo en Guerrero, sino en todo el país. Preparémonos para la XXII
Asamblea Nacional y ahí liberar la palabra como lo hiciera Luis Donaldo Colosio
en la XIV Asamblea Nacional. No pregonar en el desierto. Y mucho menos cuando
no hay autoridad moral”.
Ese
mismo día, pero unas horas antes, escribió: “Quienes se hayan ido y hoy
regresan pasan por el estatut (sic). Quienes se enriquecieron y pasaron por
responsabilidades de partido y legislativas o administrativas de gobierno,
tuvieron la oportunidad de reivindicarse con sus pueblos.
Estos
pueblos son los mejores jueces. Y en el PRI a nadie se niega la oportunidad.
Solo que hay que aportar y trabajar dentro de la institución. Sea el Partido o
en el gobierno. Además el PRI acompaña a sus gobernantes. Les hace las críticas
pero no se auto flagela y mucho menos denostar (sic). La lealtad es otro valor
de la política. Solo pido que quien esté en desacuerdo se mire en un espejo. Y
realmente vea si hizo algo por su pueblo o por sus intereses solamente”.
Los
embates internos en el PRI se reflejan en los escritos de su dirigente estatal.
Sin embargo nada se dice de quiénes son esos que se enriquecieron, quienes son
los que critican, los que denuestan.
En
el fondo, también se trata de un asunto de percepción, como lo es en general la
política. Lo que se percibe es lo que cuenta, y cuenta mucho. Y en este caso el
PRI se ve desdibujado, como si no existiera. La gente se da cuenta más de la
existencia de otros partidos. Antes de Astudillo gobernador, tenía la
justificación de que perdía casi todas. Muchos priístas huyeron de su partido y
se colocaron en el PRD, donde fueron recibidos con todo a su favor, gracias lo
cual un personaje como Sofío Ramírez aspiró a ser gobernador; otro como Jorge
Salgado Parra fue secretario general del PRD, o César Flores diputado.
Pero
cuando volvieron a su partido lo han hecho, como señala el adagio popular, con
la cola entre las patas. Es el síndrome en este momento del PRI: no haber
superado su derrota de 10 años, no superar el retorno de los que se fueron, y
no enterarse de que ahora ganaron todo.
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