Misael
Habana de los Santos/Bajo Palabra.
Los
sucesos violentos que un grueso de la población logró presenciar en la
principal avenida del puerto, desde hace algunos meses custodiada por toda
clase de (des)autoridad, fue uno más de esos eventos que vienen generando una
sicosis colectiva; objetivo logrado por los creadores de este plan de
desestabilización social y político, que nos lleva a situaciones inéditas y de
consecuencias seguramente lamentables para nuestra ciudad y a los que aquí nos
tocó vivir: mis amigos, Acapulco Dream It’s Over.
El
lunes, como consecuencia de este zafarrancho bien montado a partir de un guión
de desestabilización, cuyo objetivo no era otro que el vacilante y casi
inexistente gobierno municipal que preside Evodio Velazquez Aguirre, y del
gobierno gris de Héctor Astudillo Flores, la población acapulqueña, ante la
ausencia de líneas de acción y recomendaciones, actuó instintivamente buscando
su protección encerrándose a donde las balas no llegasen.
Hasta
este miércoles, no conocemos las recomendaciones que ambos gobiernos puedan
hacer a la población ante estos sucesos, no se sabe el resultado de las
investigaciones, cuantos detenidos hay, etc. Es decir, nada que provoque
certezas y seguridad a la población. Que sin embargo, por la necesidad, el
martes se comenzó a mover, incluso llamar a una movilización a favor de la paz
para este día a las cinco de la tarde.
Ante
estos hechos, vale preguntarse ¿de qué sirve el gobierno votado en elecciones
por los ciudadanos?, gobernantes de filiaciones políticas distintas pero ambos
engarrotados por el miedo ante el problema y solo dando declaraciones
hilarantes que no garantizan seguridad para nosotros, nuestra familias y
nuestras propiedades.
¿Qué
es lo queda? No creo en la desaparición de poderes. Lo que creo es que los dos
gobiernos o uno solo, si no hay acuerdos, deben salir y hablar de frente con la
población y brindar líneas de acción que puedan ser acompañadas por la sociedad
civil.
Del
gobierno federal ¿qué podemos esperar? ¿Más policías?, no sirven para nada cómo
ha quedado demostrado por la realidad. Los policías se convierten en parte del
problema y no de la solución.
El
camino al parecer se encuentra entre los acapulqueños y sus gobernantes. Así lo
han solucionado en otras ciudades del país. El miedo y meterse a la madriguera
no es la mejor respuesta al fenómeno, sino la acción social organizada desde
abajo, calle por calle, cuadra por cuadra, colonia por colonia y barrio por
barrio.
Acapulqueños
no dejemos que el sueño termine, la historia y belleza del lugar donde vivimos
amerita defenderla: el sueño de Acapulco debe seguir.
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