ACAPULCO,
Gro., 21 Marzo 2016.- Nos tomó por sorpresa. Quique, Enrique Cortés Chávez, ha
fallecido. Al parecer, un paro respiratorio le ha enviado Dios para llevarle
junto a Él. Nosotros, aquí, quedamos con la ausencia de alguien.
Quique
fue un modesto reportero. Sembró y cosechó amigos. Como todos hacemos en este
noble, bello y masoquista oficio: a veces desayunaba con el gobernador, comía
con un diputado o regidor, cenaba con un magistrado o el presidente municipal
pero, invariablemente, llegaba a casa, en un camión urbano, tan solo para sentir
las rendijas de viento que se colaban hasta su cama.
A
partir que le amputaron la pierna (se la mocharon, diría un calentano mal
hablado a quién reprimieron por su expresión), Quique generó polémica. Unos a
favor. Otros en contra. Unos le ayudaron. Otros hicieron como que le ayudaron.
A unos les valieron las críticas. Otros cuestionaron por promover esa ayuda.
Todos, sin embargo, coincidieron en algo: sacaron la bondad que llevan
escondida en un rincón de su corazón.
Algunos
le acercaron herramientas para suplir la ausencia de un miembro de su cuerpo.
“Gracias”, dijo al recibir las muletas y luego la silla de ruedas. “Ya me urge
salir a trabajar y chayotear a los alcaldes de la Costa”, sonrió desde su cama
para sostener que su vida cambiaría. “Ya me he acercado a Dios. Ya iré al
templo”, confió.
Vimos
su tristeza. Nos conmovió. Luego de tres horas nos lo dijeron: ha fallecido.
Es
injusto que los corazones negros y resentidos aprovechen la tragedia para
lucrar y pretender un beneficio económico a partir de la muerte de Quique.
Ojalá Dios les perdone el odio y rencor que sienten en contra de un mundo que
no es como ellos se lo imaginan. Han de saber que el mundo no es como
quisiéramos. El mundo no es como debe ser. El mundo es… así como es.
Es
justo dar las gracias a quienes, en vida, tendieron la mano para llevarle,
hasta su casa, algún beneficio que paliaría su nueva vida: Gracias Héctor
Astudillo, Erika Luhrs, Alicia Zamora, Manuel Añorve, Julieta Fernández, Samuel
Reséndiz, Alejandro Bravo, Evodio Velázquez, Pedro Mendoza. Se tocaron el
corazón. Dieron apoyo a quien aún vivía y con ello le daban esperanza.
Muchas
gracias a Fabián Herrera, Juan José Guadarrama, Mauricio Flores, Domitilo Soto
y, sobre todo, a nuestro compañero Alejandrino González Reyes. El esfuerzo de
dar aliento, en vida, va más allá de la muerte. Estoy seguro que Quique se
llevó esa impresión.
Hoy
se ha ido. Podemos sentarnos a llorar su partida. Podemos llevarle flores,
llorar en el funeral, beber hasta embrutecer, contra chistes, hablar de mil
anécdotas y volver, luego, a ser como somos: seres humanos con corazones llenos
de amor o rencor. Nosotros aquí nos
quedamos. El ya está junto a Él.
Adiós
Quique. Gracias por vivir. Gracias por haber estado entre nosotros.
Gracias
de parte de tu amigo Miguel Ángel Mata Mata. Nos vemos al rato y, como dicen
que decías: “Grupo Tigre”. Allá nos vemos.
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