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Viaje al epicentro del mayor misterio de México

Vamos a tomar en cuenta las consideraciones” realizadas por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales (GIEI), dijo Tomás Zerón de Lucio, director de la Agencia de Investigación Criminal -el FBI mexicano-. El GIEI es el organismo creado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con el visto bueno del Gobierno mexicano, y el domingo divulgó un informe de 560 folios en el que reveló con detalles los errores, omisiones y desvíos de lo que Jesús Murillo Karam (entonces procurador -fiscal- general de la República) definió como “la más grande investigación” de la historia: la de la desaparición de 43 estudiantes en Iguala, hace un año.
En declaraciones hechas el lunes, Zerón de Lucio asumía así la línea indicada desde la Presidencia de la República: no confrontar al GIEI y mostrar buena cara. Pero esa misma orden incluía no ceder terreno: era un acto de diplomacia que tanto Enrique Peña Nieto como Arely Gómez -sucesora de Murillo Karam como Procuradora General de la República (PGR)- ejecutaron el mismo domingo sin renunciar a la versión oficial ni mostrar incomodidad en la delicada postura en la que quedaron las autoridades. No fue tan sencillo para Zerón, quien al matizar el anuncio de que valorará las recomendaciones del GIEI, dejó la impresión de sentirse en el desamparo: “Pero al final, la verdad, estamos sobre el mismo camino, la verdad que tenemos nosotros es que en el basurero fueron ejecutados, fueron incinerados y posteriormente trasladados al río un número importante de estudiantes”.
De estos tres altos funcionarios, Zerón es el único que ha estado involucrado directamente en los trabajos que ahora han quedado desacreditados. La cabeza de Murillo Karam empezó a rodar el 3 de marzo, cuando fue reemplazado por Arely Gómez, y terminó de caer el 27 de agosto, al perder la posición de segunda línea (ministro de Desarrollo Agrario) en la que parecían haberle encontrado cobijo. La de Zerón sigue en su sitio, por el momento, y no se rinde en su defensa de lo que su exjefe Murillo Karam llamó “verdad histórica”: a medianoche del 26 de septiembre de 2014, los 43 estudiantes de Ayotzinapa fueron trasladados a un lugar remoto en el municipio de Cocula, asesinados a balazos, bajados por la pendiente de un amplio hoyo que tiene forma de cráter y es usado como basurero, apilados como troncos e incinerados durante 12 o 16 horas, utilizando madera, neumáticos y plásticos como combustible.
Algo ha cambiado: en contraste con el despliegue de firmeza que hacía Murillo Karam, Zerón ya no asegura que ése fue el destino de la totalidad de los 43, sino tan solo el de un “número importante”; tampoco pretende sugerir que sabe qué pasó con los demás. Pero en lo fundamental, son conclusiones que el Gobierno no abandona, a pesar de que han sido cuestionadas o rechazadas por todo tipo de instancias, desde la oficial Comisión Nacional de los Derechos Humanos y el mencionado grupo de expertos de la Comisión Interamericana, hasta los padres y compañeros de los 43 desaparecidos.

El hueso de Alexander
El informe del GIEI abarcó la totalidad de la investigación de la PGR, que pide “reorientar”. Descubrió que en los crímenes de Iguala no solo estuvieron involucrados los dos autobuses de la línea Estrella de Oro cuyos pasajeros desaparecieron y los dos de la compañía Costa Line que concentraron a los supervivientes, además del Castro Tours en el que, por confusión, fueron atacados adolescentes de un equipo de fútbol: había un Estrella Roja que apareció y desapareció de las averiguaciones oficiales, y que una vez que fue detectado por los expertos, se quiso hacer pasar por otro. No se conoce aún su paradero, aunque podría ser la clave que explique esta operación masiva que involucró al menos a 120 perpetradores y dejó, además de los 43 desaparecidos, a seis muertos, 40 heridos y un joven con muerte cerebral.
Igualmente, terminó de derribar la versión sostenida por todo tipo de funcionarios civiles y militares de que, a lo largo de la noche, solo participaron criminales y agentes municipales, con plena ignorancia de las autoridades federales: documentos de diversas autoridades y declaraciones ministeriales revelan que fuerzas estatales y federales, y el mismo Ejército Mexicano, no solo estuvieron enterados minuto a minuto de lo que acontecía, sino que hubo vigilancia de soldados y policías federales e incluso su intervención directa. Lo anterior implica que no se trató de un asunto limitado a escala municipal, sino que los actos susceptibles de ser faltas y crímenes, tanto de comisión como de omisión, alcanzan los niveles superiores, y que todo esto fue marginado de la investigación.
El centro del debate, sin embargo, ha seguido siendo el destino de los estudiantes y, en particular, la pira supuestamente improvisada en el basurero rural de Cocula. El informe del GIEI señala que la versión oficial está sostenida principalmente en los testimonios brindados por los presuntos ejecutores de los crímenes, de quienes se sospecha que pudieron haber sido torturados. Según sus declaraciones, grabadas en vídeo y hechas públicas, ocho sicarios trasladaron en una camioneta y un camión a los estudiantes al basurero, donde asesinaron a los 28 que seguían vivos, pues los demás habrían muerto aplastados por el peso de sus propios compañeros, apilados sobre ellos en los vehículos. Después los habrían hecho rodar cuesta abajo hasta el fondo del basurero del Hoyo del Papayo, 20 metros abajo.



El Confidencial.