CIUDAD
DE MÉXICO, DF., 24 Septiembre 2015.- Salomón Pineda Bermúdez y Leonor Villa
Ortuño llegaron a vivir días felices, el matrimonio mexicano se dedicó a la
venta de droga y a tener hijos. Julio Guadalupe, Alberto, Mario, Salomón y
María de los Ángeles, así se llamaron sus vástagos. Los primeros en despuntar
fueron Alberto y Mario.
Ambos
empezaron con el menudeo de droga en Guerrero, pero pronto pasaron a mayores, dando
el salto a Colombia, mostraron su habilidad para la importación, nada masivo,
pero un incidente les llevó a aguas profundas, Alberto, por una deuda, fue
secuestrado en Colombia, su hermano pidió ayuda al todopoderoso cártel de
Sinaloa, la mediación surtió efecto e hizo que los grandes capos se fijasen en
ellos.
Les
ofrecieron ampliar la organización en Guerrero, un territorio en disputa con
Los Zetas y la mesiánica Familia Michoacana, Alberto y Mario aceptaron y
quedaron a las órdenes del legendario Arturo Beltrán Leyva, el Jefe de Jefes,
su desempeño fue brillante ampliaron las rutas de entrada y formaron una brutal
cohorte de sicarios, Los Pelones.
Eran
tiempos prósperos, la familia participaba en el crimen, el dinero corría a
raudales y la hermanita lo guardaba en cajas de cartón, pero las tinieblas
andaban cerca, Alberto y Mario, ebrios de poder, se alejaron del Jefe de Jefes,
el 11 de septiembre de 2009, Alberto fue calcinado vivo dos días después, Mario
recibió 17 balazos.
Entretanto,
Julio Guadalupe fue liquidado por la Familia Michoacana, y los progenitores,
con Salomón, cayeron apresados por narcotráfico, sólo María de los Ángeles,
casada con un vendedor de sandalias, quedó libre.
Todo
parecía perdido, pero el tiempo devolvió algunas cosas a su sitio, murió a
tiros el Jefe de Jefes, y Los Pelones emergieron reconvertidos en Guerreros
Unidos, Salomón salió de la cárcel y se integró en el nuevo cártel y la hermana
vio ascender con el dinero del crimen a su marido hasta la alcaldía de Iguala,
así estaban las cosas cuando la tarde del 26 de septiembre de 2014 un centenar
de estudiantes de magisterio entraron en la ciudad, pero esa es otra historia, ¿o
no?
EL
PAÍS. (Foto: SDP Noticias)
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