CIUDAD
DE MÉXICO, DF., 08 Julio 2015.- Solo hay algo peor que la cocaína y heroína:
que estén prohibidas, “No quieren que la tengamos, tan es así que la clave
sobre las sustancias ilegales nos la tiene que dar una rata hasta arriba de
cocaína”.
Esa
es una de las conclusiones a las que el periodista británico Johann Hari ha
llegado tras una gigantesca investigación de 3 años, 9 países y 50.000
kilómetros, que ha plasmado en el libro Tras el grito.
Hablamos
con él sobre qué es en realidad una adicción, la guerra contra las drogas como
la mayor mentira de los últimos 100 años o por qué todas las drogas deberían legalizarse.
1ª parte: ADICCIÓN
Hace
100 años que la cocaína u opiáceos como la heroína se declararon ilegales. ¿Qué
problema tienen los gobiernos con el hecho de que las personas consuman drogas?
¿Por qué son ilegales?
Cuando
pensamos en la droga que más conocemos, el alcohol, vemos claro que de las
personas que la consumen en un bar, el 90% lo hace para sentirse mejor. Les
ayuda a relajarse, ligar y divertirse. Por supuesto en el bar también hay un
pequeño porcentaje de alcohólicos, que necesitan amor y cuidados.
Las
drogas están prohibidas porque mucha gente cree que si se levantase la veda,
veríamos muchísimos más adictos. Que veríamos niños drogándose. Es un
sentimiento perfectamente comprensible, solo que las experiencias en países en
los que se han despenalizado muestran que esto no es así.
Defiendes
que la adicción a la droga no funciona como pensamos que lo hace.
Pensamos
que la adicción la causan los componentes químicos de las drogas, pero no es
así. Si te rompes la cadera y te llevan al hospital, puede que te den un
tratamiento con diamorfina, que es heroína purificada usada como analgésico
farmacéutico. Es un opiáceo mucho más potente que la heroína que se puede
comprar en la calle, porque no está adulterado.
O
sea, que si a nuestra abuela la operan de la cadera le van a dar heroína…
Sí.
Pero lo importante es que si la teoría farmacológica de la adicción –aquella
que dice que su única causa es química– fuera cierta, nuestra abuela se
engancharía a la heroína.
El
psicólogo Bruce Alexander, de Vancouver, me explicó todo. La teoría clásica de
la adicción viene de un experimento con una rata. A principios de siglo pasado
se encerró a una rata en una jaula con dos recipientes de agua. Uno contenía
agua corriente. El otro agua con cocaína. La rata prefería siempre la bebida
con droga y se mataba de una sobredosis rápidamente.
Décadas
después, Alexander pensó: “la rata solo tiene dos opciones”. Construyó una
jaula a la que llamó Rat Park. Ahí, la rata tenía un montón de comida, bolas de
colores y otras ratas de las que hacerse amiga, jugar y con quien tener sexo.
Contempló fascinado cómo las ratas pasaban olímpicamente del agua con droga.
La
adicción no la causa la química de las drogas. La causa el aislamiento, la
infelicidad y la desconexión del adicto con su entorno. No son las drogas, es
tu jaula. Las drogas son solo una adaptación al medio.
¿Vietnam
es otro ejemplo? Allí los soldados norteamericanos usaron heroína. El gobierno
tenía miedo de que cuando volviesen se llenase el país de adictos.
Exacto.
Hay estudios que hablan de que el 95% de ellos dejaron de usarla. Ni siquiera
necesitaron rehabilitación. Si te sacan de una jungla hostil donde tienes que
matar para no morir y vuelves a tu casa de Kansas con tu familia es casi como
si te ponen en el Rat Park. Quieres estar presente en tu vida real, no quieres
estar drogado.
Los
indios nativos americanos son otro ejemplo. Sus tierras fueron invadidas y la
gran mayoría fueron aniquilados. Muchos de los supervivientes, traumatizados y
encerrados en reservas, se convirtieron en alcohólicos.
Lo
contrario de la adicción no es la sobriedad, es la conexión. Durante un siglo
hemos estado lanzando gritos de guerra a los adictos. Es hora de cantarles
canciones de amor.
2ª parte: GUERRA
Hablemos
de la guerra contra las drogas. Hoy vemos el crack como veían la ginebra en el
siglo XVIII.
Totalmente.
En aquella época veían la ginebra como una droga demoníaca que secuestraba el
cerebro de la gente. Lo que pasaba es que muchos de los que bebían tanto vivían
en arrabales miserables y tenían vidas sin porvenir alguno. La ginebra, la
droga en definitiva, no era causa de ninguna crisis, sino su síntoma.
¿
Y de dónde viene esta psicosis?
De
Harry Anslinger, el hombre que creó la Oficina Federal de Narcóticos en EE.UU.
en 1930. Él promovió la guerra contra las drogas tal y como la conocemos con
dos firmes prejuicios: odiaba a los adictos y a los negros. La cantante de jazz
Billie Holiday, que reunía las dos cualidades odiadas por Anslinger, fue una de
las primera víctimas de esta persecución, como cuento en el libro.
De
todas maneras no creo en las “teorías del gran hombre”. Digamos que Anslinger
era un buen surfero pero necesitaba una buena ola. Y esa ola era el miedo de
los ciudadanos a negros y adictos. Aquello, junto a cierta fobia a la libertad
humana más radical, fue el comienzo de la cruzada prohibicionista.
Defines
la industria de la droga como la evolución darwinista armada con metralletas y
papelinas. Suena jodido.
La
guerra contra la droga crea una inmensa violencia. Hay hijos físicos de esta
guerra, como Chino Hardin, un dealer transexual de Brooklyn que entrevisto en
el libro. Él nació de la violación de un agente del NYPD a su madre, adicta al
crack.
Ilustro
la violencia que causa la prohibición con este ejemplo. Si vas a robar alcohol
a una tienda de Barcelona, llamarán a la policía. El dueño de la tienda no
necesita ser violento. Si intentas robarle cocaína a tu dealer, este no puede
recurrir a la ley. Quien maneja grandes cantidades de droga no puede permitirse
pelear cada día, así que tiene que intimidar, ser muy duro, para que nadie le
joda el negocio.
Como
Rosalio, un chico que entrevistaste en la cárcel y que entre los 13 y los 17
había matado a alrededor de 70 personas…
Sí,
en Ciudad Juárez, donde el 70% de la economía depende del narcotráfico. La
guerra contra las drogas crea una guerra por las drogas.
Si
matas no solo a tus rivales, sino a sus esposas embarazadas, tienes una ventaja
competitiva en ese negocio. Si además lo subes a YouTube, la ventaja es mayor.
Si además les cortas la cara a tus rivales y la coses a un balón de fútbol que
mandas a su familia, la ventaja es aún mayor. Estos hechos verídicos y horribles,
pero que responden a estrategias empresariales, son los que genera la
prohibición.
No
hay trabajadores de Smirnoff matando a trabajadores de Heineken. Cuando se
acabe la prohibición, se acaba la violencia.
3ª parte:
LEGALIZACIÓN
En
países como México o hace unos años Colombia el narcotráfico ha puesto en
peligro la viabilidad del mismísimo estado. ¿Por qué los gobiernos no legalizan
las drogas? ¿A qué le temen?
Esos
gobiernos tienen miedo de dos fuerzas. Una es la opinión pública del país. La
gente corriente le tiene miedo a lo que las drogas representan.
Sin
embargo, hay otro miedo mucho más potente. El que le tienen esos países al
gobierno de EE.UU. Cuando un país latinoamericano intenta cambiar las leyes
sobre narcóticos, EE.UU. amenaza su comercio y condiciona sus ayudas. Por eso
tiene tanto mérito el desafío de Pepe Mujica en Uruguay legalizando la
marihuana.
Quizá
el modelo que sirva de base en un futuro es la despenalización de 2001 en
Portugal...
Portugal
tenía un problema gravísimo en el año 2000. Un 1% de su población era adicta a
la heroína. Hartos de ver cómo el número aumentaba, decidieron probar la
despenalización y destinar el dinero que el Estado gastaba en encarcelar a los
adictos a reconectarlos a la sociedad mediante terapias y asistencia.
Dieron
subvenciones a las empresas que les contratasen, e incluso préstamos a los
adictos para que pusieran en marcha negocios. El objetivo era que tuvieran un
motivo, que no fuera la droga, por el que levantarse cada mañana.
15
años después, según confirma el British Journal of Criminology, el número de
heroinómanos en Portugal ha caído un 50%. El consumo de droga del país está por
debajo de la media de la UE. Las sobredosis han caído sensiblemente y los casos
de VIH entre adictos han pasado del 52 al 20%.
Parece
evidente que una solución basada en el amor y la compasión funciona mejor que
una de estigma y castigo.
Es
importante diferenciar entre despenalización y legalización.
Sí,
la despenalización deja de castigar a los consumidores pero a la vez les empuja
a recurrir a bandas criminales para comprar la sustancia. La legalización es un
marco en el que puedes comprar la droga por vías totalmente permitidas y en
establecimientos regulados como pueda ser una farmacia.
Entonces:
¿despenalización o legalización?
La
despenalización es un paso adelante pero no detiene la violencia que causa la
prohibición. La legalización sí. Las drogas están controladas por grupos
armados y violentos. Cualquier opción legal es mejor que eso.
Te
lo diré como si hablásemos de series de TV: la despenalización acaba con Orange
Is The New Black, pero solo la legalización acaba con Breaking Bad, “No es la
droga: es tu vida”.
Ignacio
Pato.
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