CIUDAD
DE MÉXICO, 08 Enero 2015.- La madrugada de este miércoles, alrededor de las
4:30 horas falleció el periodista Julio Scherer García, fundador de Proceso,
murió de un choque séptico, llevaba poco más de dos años enfermo,
principalmente de problemas gastrointestinales, en abril cumpliría 89 años.
El
17 de octubre pasado hizo lo que sería su última visita a la redacción que
tanto amó, al despedirse a las puertas de las oficinas del semanario que fue su
vida durante sus últimos 38 años, dijo a este reportero, los ojos húmedos, que
Proceso había costado muchos sacrificios y trabajo y se despidió intentando una
sonrisa.
Prometió,
un hilo su voz, que regresaría para el aniversario 38 del semanario. Ya no pudo,
siempre lejos de los reflectores, renuente a las entrevistas, fiel a su estilo
de vida, sus funerales serán privados.
Al
inicio de la década de los cuarenta del siglo pasado, antes de cumplir los 18
años, Scherer García ingresó al diario Excélsior, tuvo una carrera fulgurante,
inició como mandadero de la redacción y unos días antes de cumplir los 22 años
ya publicaba en el vespertino “Últimas Noticias” y un año después en Excélsior,
en cuyas páginas se pueden encontrar notas, entrevistas y reportajes bajo su
firma, de septiembre de 1949 a abril de 1976.
Julio
Scherer asumió la dirección del entonces el diario más importante del país, a
los 42 años, el primero de septiembre de 1968, desde esa posición, acabó
confrontado con los presidentes Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y Luis
Echeverría (1970-1976).
A
su salida de Excélsior, el 6 de junio de 1976, luego de una maniobra orquestada
desde la presidencia de Echeverría, junto con decenas de compañeros de aquel
diario fundó el semanario Proceso, cuyo primer número apareció el 6 de
noviembre de 1976.
Scherer
García, quien asumió la dirección de Proceso a los 50 años, nunca dejó la
actividad reporteril, el 7 de diciembre de 2014, un mes antes de su muerte, de
88 años, publicó su último texto a propósito del fallecimiento del también
periodista y escritor, su amigo, Vicente Leñero.
Considerado
el mejor periodista mexicano de la segunda mitad del siglo pasado y de lo que
va del actual, Scherer García estudió la carrera de derecho y de filosofía en
la UNAM, pero pronto acabó por dirigir todos sus esfuerzos a lo que sería su
máxima pasión: el periodismo.
No
hubo tema que no tocara: pobreza, menores de edad, desastres, tragedias,
conflictos estudiantiles, protestas laborales, religión, grilla política,
asuntos internacionales, pintura, literatura y las artes en general, aunque el
de la corrupción gubernamental aparece como una constante.
Bajo
su dirección, Proceso publicó portadas memorables como aquella titulada El
hermano incómodo, del 19 de noviembre de 1994, acompañada de una foto del
recientemente exonerado Raúl Salinas de Gortari.
O
esa de La casa de Durazo, en el Ajusco en julio de 1983, sobre las corruptelas
del que fuera jefe de la policía capitalina en el sexenio de José López
Portillo, junto a otro reportaje sobre El Partenón, una narco mansión
construida para ese siniestro personaje en Zihuatanejo, Guerrero.
Recordada
también es la portada de enero de 1983 con el título “El refugio de López
Portillo en Acapulco”, cuyo reportaje en interiores se destacó curiosamente con
la cabeza: Una casita blanca de 2 millones de dólares en Puerto Marqués.
El
8 de enero de 1994, el país en un hilo por la declaración de guerra del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en la redacción de Proceso, se
recibió una invitación del EZLN dirigida a Scherer García, para que este junto
con la Premio Nobel, Rigoberta Menchú y el obispo Samuel Ruíz, fungieran como
intermediarios ante la eventualidad de un diálogo con el gobierno.
La
respuesta del entonces director de Proceso lo pintó de cuerpo entero:
“Agradezco
la inclusión de mi nombre al lado del obispo Samuel Ruiz y de la señora
Rigoberta Menchú, sin embargo, mi condición de periodista me obliga a la
imparcialidad, difícil de sostener en la doble condición de mediador y cronista
de los acontecimientos que vivimos, debo, pues, cumplir exclusivamente con las
reglas de mi profesión”.
Julio
Scherer García escribió un total de 22 libros entre 1965 y 2013. Después del
primero, titulado Siqueiros: La Piel y la entraña (1965) (FCE 2003), debieron
pasar 19 años para publicar el segundo, el inolvidable Los Presidentes
(Grijalbo 1986).
El
director fundador de Proceso y hasta su muerte, presidente del Consejo de
Administración de CISA, la empresa que edita el semanario, se ocupó en sus
libros de ex presidentes, de la matanza de Tlatelolco, de las cárceles, de sus
más renombrados presos, de los presidentes de Chile, Salvador Allende y Augusto
Pinochet, y de temas como el de los secuestros y la delincuencia de menores de
edad, así como en un par de ellos, a su vida, su única, de periodista.
Después
de Los presidentes escribió:
El
poder: historias de familia (Grijalbo 1990); Estos años (Océano 1995); Salinas
y su imperio (Océano (1997); Cárceles (Alfaguara 1998); Parte de Guerra, en
coautoría con Carlos Monsiváis (Aguilar 1999); Máxima seguridad (Random House
Mondadori 2001); Pinochet, vivir matando (Alfaguara 2000 y Nuevo Siglo-Aguilar
2003); Tiempo de saber: Prensa y poder en México, en coautoría con Carlos
Monsiváis (Aguilar 2003); Los patriotas. De Tlatelolco a la guerra sucia (Nuevo
Siglo Aguilar 2004).
El
perdón imposible (FCE) (Versión ampliada de Pinochet, vivir matando); El indio
que mató al padre Pro (FCE 2005); La pareja (Plaza & Janes (2005); La terca
memoria (Grijalbo 2007); La reina del Pacífico (Grijalbo 2008); Allende en
llamas (Almadía 2008); Secuestrados (Grijalbo (2009); Historias de muerte y
corrupción (Grijalbo (2011); Calderón de cuerpo entero (Grijalbo 2012); Vivir
(Grijalbo 2012) y Niños en el crimen (Grijalbo 2013).
Scherer
García recibió en 1971 el premio María Moors Cabat y en 1977 fue reconocido
como el periodista del año por Atlas Word Press Review de Estados Unidos, en 1986
se le entregó el premio Manuel Buendía 1986, y dos años después rechazó el
Premio Nacional de Periodismo, que en ese entonces entregaba el presidente de
la república en turno.
En
2001 recibió el reconocimiento Roque Dalton y en el 2002, quizá el
reconocimiento que más lo conmovió: el Premio Nuevo Periodismo CEMEX-FNP,
promovido por el escritor Gabriel García Márquez, en la modalidad de homenaje.
Un
año después, aceptó el Premio Nacional de Periodismo, cuando su organización y
entrega se había ciudadanizado, ya el 20 de marzo de 2014 recibió el grado de
Doctor Honoris Causa de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.
Y
el 3 de octubre pasado, otorgada por el Proyecto Cultural Revueltas, recibió la
medalla John Reed por su trayectoria periodística y sus contribuciones a la
libertad de expresión.
Alejandro
Caballero (proceso.com.mx)
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