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PRI desolado…

Roberto Ramírez Bravo. 

CHILPANCINGO, Gro., 10 Julio 2016.- El Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Guerrero, vive la paradoja de ser el instituto político que más triunfos cosechó en la elección del año pasado, y al mismo tiempo comportarse como un partido que ha perdido el poder.
Las elecciones de 2015 le dieron al PRI el control del Congreso local, la gubernatura y la mayoría de las presidencias municipales. Donde no ganó, como en Acapulco, tampoco puede decirse que perdió, porque ganó todas las diputaciones locales excepto la del distrito 13, y ganó las dos diputaciones federales. La presidencia, si bien la perdió, lo hizo por apenas 10 mil votos de diferencia.
Sin embargo, el PRI no se ve en el estado. La designación de José Parcero López como dirigente estatal en sustitución del ahora diputado local Cuauhtémoc Salgado, no fue lo afortunada que algunos hubieran deseado.
El carácter temporal de su designación, al igual que en varios municipios donde debían haberse renovado directivas porque sus dirigentes se fueron a ocupar algún cargo de elección popular, o bien su desarraigo de tierras guerrerenses y tal vez su necesidad por mantener presencia física en el centro del país, de donde proviene, han impedido a Parcero López asumir las riendas de un partido que debería reclamarse triunfador en estos momentos.
En Acapulco, por ejemplo, la sede del tricolor está prácticamente abandonada. Si de por sí nadie despachaba ahí, ahora que su dirigente formal Luis Miguel Terrazas está muy ocupado en la regiduría, ese edificio se antoja fantasmal. Y no es sólo que se trate de un inmueble abandonado: es que de alguna manera representa la imagen del priísmo en el caso de Acapulco y, por reflejo, el estatal.
Muy lejanos están los tiempos en que en el edificio de Monteblanco se hacían asambleas, eventos multitudinarios (electorales o no, que no sólo de éstos había). La pérdida del poder después del gobierno de René Juárez Cisneros llevó al priísmo a vivir el trauma de la pérdida. Su candidato de entonces, Héctor Astudillo Flores, sobrevivió a ese dolor, como él mismo lo ha contado en diferentes ocasiones, y se volvió a presentar 10 años después para ahora sí ganar la gubernatura.
Pero los priístas de entonces no parecen haber superado el trauma, ni darse cuenta de que ahora está en el gobierno. No se trata de que se monten en la administración astudillista para obtener prebendas como el apéndice que fue el tricolor durante 70 años. Se trataría, en cambio, de que hubiera un partido en movimiento. Se supone que es el más favorecido por los votos en la elección pasada.
El PRI tendría que estar en efervescencia, no sólo viendo cómo reestructurar sus comités municipales, sino cómo aportar, desde Guerrero, al reto que su partido avizora para las elecciones de 2018.
¿Dónde anda Parcero, que ni siquiera mediáticamente aparece? En su cuenta de Facebook, el dirigente se dedica a lanzar mensajes encriptados a sus críticos, siguiendo la más clásica escuela del tricolor. Al menos él los entiende, pero tal vez no todos lo hagan.
El 4 de julio, en ocasión, en ocasión del aniversario del triunfo de Astudillo en las urnas, publicó un texto en el que, entre otras cosas, dice (se ha corregido la ortografía para mejor entendimiento): “Sí hay que debatir los futuros del PRI, no sólo en Guerrero, sino en todo el país. Preparémonos para la XXII Asamblea Nacional y ahí liberar la palabra como lo hiciera Luis Donaldo Colosio en la XIV Asamblea Nacional. No pregonar en el desierto. Y mucho menos cuando no hay autoridad moral”.
Ese mismo día, pero unas horas antes, escribió: “Quienes se hayan ido y hoy regresan pasan por el estatut (sic). Quienes se enriquecieron y pasaron por responsabilidades de partido y legislativas o administrativas de gobierno, tuvieron la oportunidad de reivindicarse con sus pueblos.
Estos pueblos son los mejores jueces. Y en el PRI a nadie se niega la oportunidad. Solo que hay que aportar y trabajar dentro de la institución. Sea el Partido o en el gobierno. Además el PRI acompaña a sus gobernantes. Les hace las críticas pero no se auto flagela y mucho menos denostar (sic). La lealtad es otro valor de la política. Solo pido que quien esté en desacuerdo se mire en un espejo. Y realmente vea si hizo algo por su pueblo o por sus intereses solamente”.
Los embates internos en el PRI se reflejan en los escritos de su dirigente estatal. Sin embargo nada se dice de quiénes son esos que se enriquecieron, quienes son los que  critican, los que denuestan.
En el fondo, también se trata de un asunto de percepción, como lo es en general la política. Lo que se percibe es lo que cuenta, y cuenta mucho. Y en este caso el PRI se ve desdibujado, como si no existiera. La gente se da cuenta más de la existencia de otros partidos. Antes de Astudillo gobernador, tenía la justificación de que perdía casi todas. Muchos priístas huyeron de su partido y se colocaron en el PRD, donde fueron recibidos con todo a su favor, gracias lo cual un personaje como Sofío Ramírez aspiró a ser gobernador; otro como Jorge Salgado Parra fue secretario general del PRD, o César Flores diputado.

Pero cuando volvieron a su partido lo han hecho, como señala el adagio popular, con la cola entre las patas. Es el síndrome en este momento del PRI: no haber superado su derrota de 10 años, no superar el retorno de los que se fueron, y no enterarse de que ahora ganaron todo.