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Evodio, noqueado en el ring de la popularidad

Misael Habana/Bajo Palabra. 

ACAPULCO, Gro., 31 Mayo 2016.- Noche de sábado, noche de box en el salón Teotihuacán del Centro de Convenciones de Acapulco. Se enfrentan: el acapulqueño Marcos Villasana junior, y  Nery Pantera Saguilán.
En el ínter de una pelea a otra, el tiempo se vuelve una inmensidad para el valiente que sube al ring, no precisamente para darse de catorrazos con el otro, sino para enfrentar el termómetro que mide el calor político de aprobación y desaprobación de la principal figura pública porteña.
Lo que para los organizadores de la pelea sería “una magnífica oportunidad” para enviar un mensaje a la audiencia boxística del canal 5 de Televisa, de que el puerto vive en paz y borrar del imaginario colectivo nacional las estadísticas de muerte y violencia que son el pan nuestro de cada día, se transformó en un acto de desaprobación y repudio del gobierno municipal de Acapulco, y su alicaído alcalde, Evodio Velázquez.
Fue también, un rechazo manifiesto hacia Televisa, la empresa dueña de la marca Eventos para el Pueblo, que recibió abucheos por parte del respetable. La televisora, a través de su filial, firmó un convenio con el ayuntamiento para la realización de dos funciones de box en el puerto con púgiles locales y los que maneja la empresa televisiva de  Azcárraga Jeans, millonario negocio para “mejorar la imagen” de Acapulco y de quien preside la autoridad, hecho con recursos que aportamos los porteños.
La función de box del sábado pasado que tuvo como estelar a Nery Pantera Saguilán, un payaso a lo Maromero Páez, contra Marcos Villasana Jr., hijo del campeón del mundo originario de Lomas de Chapultepec, donde resultó ganador el acapulqueño.
La función tuvo como antecedentes tres confrontaciones con peleadores desconocidos y la preestelar donde una aguerrida Suri Tsunami Tapia, acapulqueña, le dio una paliza a la pugilista capitalina Lourdes Pequeña Lulú Juárez, hermana de Mariana La Barby Juárez, paliza que no vieron los jueces y que terminaron premiando a la visitante. El grito de fraude ensordeció a todos.
La parcialidad de los jueces despertó la ira del respetable dando paso a la más natural expresión del Guerrero bronco a través de abucheos, silbidos, mentadas de madre y una tormenta de botellas de refresco, vasos llenos de cerveza, que convirtieron al cuadrilátero en un basurero como cualquier colonia de Acapulco y que no paró hasta que inició la pelea de Marcos Villasana.
Previo al inicio de la pelea estelar, el locutor de la función presentó a la primera autoridad y se levantó una vez más el remolino de la inconformidad, esta vez contra la humanidad del alcalde. Marcos Villasana, padre, desde el encordado llamó a la tranquilidad al público sin lograrlo nunca, fue el hijo que con señas muy graficas paró el torrencial. Varios minutos de silbatina, abucheos y el grito de fraude llenaron el local.
El alcalde Velázquez, arrinconado en las cuerdas del cuadrilátero de la popularidad, y casi a punto de caer por el peso de los puños de la desaprobación pública, literalmente fue salvado por las campanadas de inicio del encuentro que todos, la mayoría con boleto de cortesía, estaban esperando y que, se transmitía en vivo y a todo color desde Acapulco “ciudad de paz y tranquilidad”, dijo el locutor solo una vez.
El descontento y la lluvia de cervezas concluyó cuando el referí levantó el brazo triunfal de Marquitos Villasana que esa noche logró su primer proeza, sacar a toda la gente de su pueblo como si fueran a votar por el PRI un domingo de elecciones, y que sólo se quedaran allá los perros y las bestias de corral.

Dicen que quedó un pueblo vacío, niños y adultos se trasladaron por sus medios hasta el centro de convenciones, en una peregrinación que inició aún con la moribunda luz de la tarde para ver otra promesa evangélica que saque a Lomas de Chapultepec, esta vez y para siempre, de sus Cien Años de Soledad.