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Pozo Meléndez: Una historia de terror en Guerrero

CIUDAD DE MÉXICO, DF., 26 Septiembre 2015.- MUGS Noticias realizó un recorrido por el Pozo Meléndez, un sitio adonde un sinnúmero de personas y cadáveres fueron arrojados, la historia de este sitio de horror se remonta a la época revolucionaria y su lúgubre fama le ganó una leyenda entre los lugareños porque, hasta hace dos décadas, éste era un sitio al que autoridades y grupos criminales arrojaban a sus víctimas.
“Fíjate bien, allí entre la maleza encuentras la Trompa del Diablo, pero está cerrada, te puedes asomar por la reja que la cubre y comprobar que no hay nada que ver excepto oscuridad, desde que la cerraron hay poca gente que quiere verla, pero los que vienen siempre preguntan qué tan peligrosa es. ¡No hay riesgo! cualquiera puede acercarse, la verdad es que aquí nadie le teme”.
El comisario de Puente Campuzano, comunidad donde se encuentra el pozo, Rogelio Bahena, habla con tranquilidad cuando se le pregunta dónde está la tumba de un número desconocido de personas, al lado de la carretera que conecta a Taxco con Iguala, en la base de la colina donde se erige la Universidad Politécnica del Estado de Guerrero, allí se encuentra la fosa más conocida de esta entidad, el Pozo Meléndez, una grieta circular en el suelo de aproximadamente cinco metros de diámetro.
La lúgubre fama de La Boca del Diablo como también se le conoce,  se remonta a la época de la Revolución mexicana y se intensificó durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, y convirtió a esta grieta vertical cuya profundidad todavía es desconocida, en una leyenda aterradora y muy conocida en Taxco y el resto de Guerrero.
“Meléndez era el apellido del jefe revolucionario que descubrió el pozo y que allí arrojaba vivos a sus enemigos porque se creía que no tenía fondo”, afirma el comisario, quien evoca una parte de la leyenda que nunca ha sido confirmada y agrega otra que parece inverosímil, “Si te acercas, te vas a dar cuenta que una caballería sí se pudo arrojar allí, un caballo cabe perfectamente en ese agujero”.
Partes de la leyenda parecen extraídas directamente de las experiencias de Rogelio Bahena, incómodo por el calor pero relajado con las preguntas, en la celebración de una boda el hombre a cargo de esta comunidad rural de 629 habitantes ha residido aquí toda su vida y esta tarde escudriña en sus recuerdos para hablar sobre cómo la Boca del Diablo marcó su infancia, “Cuando tenía 12 años tenía mi negocio de piedras, las personas que visitaban la comunidad para asomarse al Pozo Meléndez siempre querían saber si realmente no tenía fondo, entonces mis amigos y yo juntábamos rocas que les vendíamos para que las aventaran al interior, nunca escuchamos que alguna tocara fondo”.
Al caer la noche, dice, nadie se atrevía a seguir con la venta de piedras porque las personas que se acercaban al pozo en la penumbra no lo hacían para arrojar rocas, sino personas, no era extraño ver automóviles que se estacionaban cerca del pozo y después de pocos minutos se retiraban, la frecuencia de personas que conducían por las noches hacia el pozo, recuerda el comisario, era inquietante, pero nadie se atrevía a denunciar la situación ante las autoridades.
“El miedo era grandísimo, hubo un tiempo en que se volvió tan frecuente que una vez a la semana veíamos carros que llegaban por las noches, a nosotros nos tocó escuchar gritos de auxilio que nadie quería denunciar porque sabíamos que eran los [policías] judiciales, en ese entonces al lado del pozo había un árbol de capiro, sus ramas crecían encima de la grieta y cuando los judiciales querían sacar información de sus detenidos, los colgaban para interrogarlos y torturarlos”.
Varios pobladores de Puente Campuzano, incluido el comisario, afirman que antes de que el pozo fuera clausurado, usualmente se escuchaban lamentos y peticiones de auxilio que emergían desde su interior, la superstición tiene una justificación.
El Pozo Meléndez está estrechamente relacionado con las desapariciones de personas durante la guerra sucia, durante la década más álgida 1969 a 1979 del conflicto elementos de la Policía Judicial Estatal y de Seguridad Pública de Guerrero así como elementos del Ejército Mexicano, fueron señalados como los responsables de desaparecer a cientos de personas involucradas con el Partido de los Pobres, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, la Asociación Cívica Guerrerense, Fuerzas Armadas Revolucionarias y otras organizaciones guerrilleras relacionadas con Lucio Cabañas y Genaro Vázquez.
Los familiares de los desaparecidos tuvieron que esperar al siguiente siglo para que la Comisión de la Verdad del Estado de Guerrero, organismo creado en abril de 2012 para investigar las violaciones a derechos humanos en esa década, corroborara que elementos de procuración de justicia desaparecieron a un total de 532 personas en 17 estados de la República, de las cuales 332 corresponden a Guerrero.
Aunque el 15 de octubre del año pasado la Comisión de la Verdad en su informe final de actividades concluyó que hubo “toda una política de Estado para exterminar a la guerrilla, lo cual […] representó represión a la población civil”, el paradero de muchos estudiantes, guerrilleros y activistas de esa época todavía es desconocido.
Ante la falta de confesiones de coroneles, comandantes y jefes de policía que ordenaron las desapariciones, las sospechas de que el Pozo Meléndez, por su gran profundidad- era el destino final de muchos opositores contra el Estado, se intensificaron tanto que incluso mandatarios municipales y otros funcionarios lo han señalado como la tumba de los desaparecidos.
“Nunca más un Pozo Meléndez, nunca más un 26 de septiembre en Iguala” dijo tajante Alberto López Rosas, candidato del Partido Humanista que contendió por la gubernatura de Guerrero, en los comicios pasados y cuya campaña arrancó el 7 de marzo pasado en el Pozo Meléndez, donde colocó una ofrenda floral para recordar a quienes fueron arrojados en el lugar.
En ese acto de campaña, al que asistió el comisario Rogelio Bahena, el ex alcalde perredista de Acapulco (2002-2005) aclaró que su visita en el Pozo Meléndez era un reconocimiento a las víctimas en el sitio y de “los excesos de gobiernos pasados que generaron una leyenda de terror”.

Omar Marroquín Hernández

CIUDAD DE MÉXICO, DF., 26 Septiembre 2015.- MUGS Noticias realizó un recorrido por el Pozo Meléndez, un sitio adonde un sinnúmero de personas y cadáveres fueron arrojados, la historia de este sitio de horror se remonta a la época revolucionaria y su lúgubre fama le ganó una leyenda entre los lugareños porque, hasta hace dos décadas, éste era un sitio al que autoridades y grupos criminales arrojaban a sus víctimas.
“Fíjate bien, allí entre la maleza encuentras la Trompa del Diablo, pero está cerrada, te puedes asomar por la reja que la cubre y comprobar que no hay nada que ver excepto oscuridad, desde que la cerraron hay poca gente que quiere verla, pero los que vienen siempre preguntan qué tan peligrosa es. ¡No hay riesgo! cualquiera puede acercarse, la verdad es que aquí nadie le teme”.
El comisario de Puente Campuzano, comunidad donde se encuentra el pozo, Rogelio Bahena, habla con tranquilidad cuando se le pregunta dónde está la tumba de un número desconocido de personas, al lado de la carretera que conecta a Taxco con Iguala, en la base de la colina donde se erige la Universidad Politécnica del Estado de Guerrero, allí se encuentra la fosa más conocida de esta entidad, el Pozo Meléndez, una grieta circular en el suelo de aproximadamente cinco metros de diámetro.
La lúgubre fama de La Boca del Diablo como también se le conoce,  se remonta a la época de la Revolución mexicana y se intensificó durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, y convirtió a esta grieta vertical cuya profundidad todavía es desconocida, en una leyenda aterradora y muy conocida en Taxco y el resto de Guerrero.
“Meléndez era el apellido del jefe revolucionario que descubrió el pozo y que allí arrojaba vivos a sus enemigos porque se creía que no tenía fondo”, afirma el comisario, quien evoca una parte de la leyenda que nunca ha sido confirmada y agrega otra que parece inverosímil, “Si te acercas, te vas a dar cuenta que una caballería sí se pudo arrojar allí, un caballo cabe perfectamente en ese agujero”.
Partes de la leyenda parecen extraídas directamente de las experiencias de Rogelio Bahena, incómodo por el calor pero relajado con las preguntas, en la celebración de una boda el hombre a cargo de esta comunidad rural de 629 habitantes ha residido aquí toda su vida y esta tarde escudriña en sus recuerdos para hablar sobre cómo la Boca del Diablo marcó su infancia, “Cuando tenía 12 años tenía mi negocio de piedras, las personas que visitaban la comunidad para asomarse al Pozo Meléndez siempre querían saber si realmente no tenía fondo, entonces mis amigos y yo juntábamos rocas que les vendíamos para que las aventaran al interior, nunca escuchamos que alguna tocara fondo”.
Al caer la noche, dice, nadie se atrevía a seguir con la venta de piedras porque las personas que se acercaban al pozo en la penumbra no lo hacían para arrojar rocas, sino personas, no era extraño ver automóviles que se estacionaban cerca del pozo y después de pocos minutos se retiraban, la frecuencia de personas que conducían por las noches hacia el pozo, recuerda el comisario, era inquietante, pero nadie se atrevía a denunciar la situación ante las autoridades.
“El miedo era grandísimo, hubo un tiempo en que se volvió tan frecuente que una vez a la semana veíamos carros que llegaban por las noches, a nosotros nos tocó escuchar gritos de auxilio que nadie quería denunciar porque sabíamos que eran los [policías] judiciales, en ese entonces al lado del pozo había un árbol de capiro, sus ramas crecían encima de la grieta y cuando los judiciales querían sacar información de sus detenidos, los colgaban para interrogarlos y torturarlos”.
Varios pobladores de Puente Campuzano, incluido el comisario, afirman que antes de que el pozo fuera clausurado, usualmente se escuchaban lamentos y peticiones de auxilio que emergían desde su interior, la superstición tiene una justificación.
El Pozo Meléndez está estrechamente relacionado con las desapariciones de personas durante la guerra sucia, durante la década más álgida 1969 a 1979 del conflicto elementos de la Policía Judicial Estatal y de Seguridad Pública de Guerrero así como elementos del Ejército Mexicano, fueron señalados como los responsables de desaparecer a cientos de personas involucradas con el Partido de los Pobres, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, la Asociación Cívica Guerrerense, Fuerzas Armadas Revolucionarias y otras organizaciones guerrilleras relacionadas con Lucio Cabañas y Genaro Vázquez.
Los familiares de los desaparecidos tuvieron que esperar al siguiente siglo para que la Comisión de la Verdad del Estado de Guerrero, organismo creado en abril de 2012 para investigar las violaciones a derechos humanos en esa década, corroborara que elementos de procuración de justicia desaparecieron a un total de 532 personas en 17 estados de la República, de las cuales 332 corresponden a Guerrero.
Aunque el 15 de octubre del año pasado la Comisión de la Verdad en su informe final de actividades concluyó que hubo “toda una política de Estado para exterminar a la guerrilla, lo cual […] representó represión a la población civil”, el paradero de muchos estudiantes, guerrilleros y activistas de esa época todavía es desconocido.
Ante la falta de confesiones de coroneles, comandantes y jefes de policía que ordenaron las desapariciones, las sospechas de que el Pozo Meléndez, por su gran profundidad- era el destino final de muchos opositores contra el Estado, se intensificaron tanto que incluso mandatarios municipales y otros funcionarios lo han señalado como la tumba de los desaparecidos.
“Nunca más un Pozo Meléndez, nunca más un 26 de septiembre en Iguala” dijo tajante Alberto López Rosas, candidato del Partido Humanista que contendió por la gubernatura de Guerrero, en los comicios pasados y cuya campaña arrancó el 7 de marzo pasado en el Pozo Meléndez, donde colocó una ofrenda floral para recordar a quienes fueron arrojados en el lugar.
En ese acto de campaña, al que asistió el comisario Rogelio Bahena, el ex alcalde perredista de Acapulco (2002-2005) aclaró que su visita en el Pozo Meléndez era un reconocimiento a las víctimas en el sitio y de “los excesos de gobiernos pasados que generaron una leyenda de terror”.


Omar Marroquín Hernández