AUSCHWITZ,
28 Enero 2015.- Supervivientes de Auschwitz y delegaciones de todo el mundo
conmemoraron en el antiguo emplazamiento del campo de exterminio nazi el 70
aniversario de su liberación, con un llamamiento de los ex prisioneros a la
comunidad internacional para que no olvide lo que allí sucedió.
El
escenario de frío y nieve de esta jornada debió ser similar al que encontraron
las tropas del ejército soviético que llegaron hasta las puertas de
Auschwitz-Birkenau el 27 de enero de 1945, cuando pusieron fin al cautiverio de
miles de prisioneros que, abandonados a su suerte por los guardianes, esperaban
resignados la llegada de la muerte.
Entre
quienes setenta años después quisieron acompañar a los supervivientes en una
fecha tan significativa se encontraban los presidentes de Francia, François
Hollande; Alemania, Joachim Gauk, y Ucrania, Petró Poroshenko, junto al
mandatario anfitrión, el jefe del Estado polaco, Bronislaw Komorowski.
En
su discurso, Bronislaw Komorowski recordó que Polonia se ha convertido en “la
depositaria de la memoria de Auschwitz-Birkenau y del Holocausto”, símbolos
ambos del “genocidio totalitario”, y pidió al mundo que se esfuerce para evitar
que una tragedia así pueda repetirse.
Pero
fue el testimonio de los supervivientes el más sobrecogedor en una ceremonia
que honraba su memoria y que contó con la asistencia de cerca de 300 y con las
palabras de tres de ellos.
La
exprisionera polaca Halina Birenbaum, actualmente residente en Israel, se
dirigió al público, pero sobre todo a los líderes presentes, para lamentar que,
si Auschwitz pudo existir durante cinco años, “entonces todo lo perverso es
posible en nuestro mundo”.
“Contra
eso tenemos, tienen ustedes que luchar”, dijo antes de agradecer al
museo-memorial de Auschwitz la conservación de los objetos y documentos que
demuestran la barbarie que ella y otros cientos de miles de personas sufrieron
durante su cautiverio en el sitio.
“Recordar
sí, pero no sólo, también educar a las futuras generaciones para que entiendan
lo que sucedió cuando se permitió que el odio se apoderase de todo, hay que
enseñar tolerancia y entendimiento, tanto en casa como en el colegio”, pidió en
su intervención.
Kent
describió la vida en el campo con unas palabras que quedarán para el recuerdo:
“Un minuto en Auschwitz era como un día entero, y un día como una semana, y una
semana como un mes. Una eternidad de horror”.
Otro
testimonio, el único de un superviviente no judío, fue el del polaco Kazimierz
Albin, deportado a Auschwitz en el año 1940 por cooperar con la resistencia,
quien quiso recordar el papel de estos partisanos polacos que lucharon
valientemente contra los nazis en los alrededores del campo y que ayudaron a
los pocos presos que, como él, lograron escapar con éxito de sus instalaciones.
En
Auschwitz también se dieron cita representantes del mundo de la cultura, el
arte o el cine, como el realizador judío estadounidense Steven Spielberg,
director del film “La lista de Schindler”, quien el lunes pasado en Cracovia
alertaba a un grupo de exprisioneros del auge del antisemitismo en el mundo y
de los “perennes demonios de la intolerancia”.
Spielberg
pudo asistir a la emisión del documental de 15 minutos sobre Auschwitz que
recientemente ha producido en colaboración con el museo-memorial y la fundación
Shoah, que cuenta como narradora con la voz de la actriz estadounidense Meryl
Streep.
Además,
delegaciones de cerca de 50 países han estado representadas en la ceremonia de
conmemoración, la española encabezada por el presidente del Congreso de los
Diputados, Jesús Posada.
Supervivientes
y delegaciones finalizaron el acto con el encendido de velas ante el monumento
a las víctimas del campo.
La
ausencia más sonada en esta jornada fue la del presidente ruso, Vladímir Putin,
que ha acusado a las autoridades polacas de no haberle invitado, a pesar de que
fueron las tropas soviéticas las que liberaron el campo de exterminio.
Precisamente
desde Moscú Putin recordó que “el fin a esa monstruosidad e implacable barbarie
nazi lo puso precisamente el Ejército Rojo, que salvó del exterminio no sólo a
los judíos, sino también a otros pueblos de Europa y del mundo”.
Y
así fue, ya que el 27 de enero de 1945 el Ejército soviético abrió las puertas
del infierno en Auschwitz-Birkenau, el escenario de la llamada “Solución
Final”, eufemismo con el que los nazis se referían al genocidio judío.
Allí
encontraron más de un millón de trajes y vestidos y cerca de ocho toneladas de
cabello humano que los nazis aprovechaban junto con otras partes de los cuerpos
de sus víctimas como si de una gran factoría humana se tratase.
Se
estima que más de un millón de personas, en su mayoría judíos, perecieron en
Auschwitz y en el campo anexo, Birkenau, (Oswiecim y Brzezinka, en polaco)
debido a las constantes palizas, las cámaras de gas Zyjklon B, el hambre, el
agotamiento y las enfermedades.
Hoy,
Auschwitz-Birkenau es patrimonio de la Humanidad de la Unesco y un
museo-memorial de 200 hectáreas visitado cada año por más de un millón de
personas, sobre todo jóvenes, que mantienen un gran silencio cuando acceden al
campo dejando atrás el letrero “Arbeit macht frei” (“El trabajo os hace
libres”).
EFE
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